Rebote
“El ataque vende entradas, la defensa gana partidos y el rebote gana campeonatos”. No sabemos con certeza si Pat Summitt, la legendaria entrenadora de baloncesto universitario, se inspiró en la frase original de Chuck Daly para señalar, desde su punto de vista, las características esenciales y no negociables de un equipo campeón, pero su reflexión demostró ser sumamente acertada.
Adoptado como un mantra incuestionable durante las casi cuatro décadas en que Summitt dirigió a las Lady Vols de la Universidad de Tennessee, el rebote se erigió como la piedra angular de su filosofía de juego. Y, a decir verdad, los números hablan por sí mismos: ocho títulos nacionales de la NCAA y más de mil partidos ganados. Casi nada.
Después de esta (no tan) breve introducción, es el momento de abordar la gran pregunta: ¿por qué resulta crucial dominar el rebote en ambos lados de la pista?
Para empezar, si controlamos el rebote defensivo evitaremos que el equipo rival obtenga segundas oportunidades de anotación. Además, nos permitirá marcar el ritmo del partido, disponer de numerosas oportunidades para correr la cancha y lograr puntos fáciles.
Mentalmente, supone una inyección de confianza para esos jugadores que se lanzan al contraataque antes de que cualquiera de sus compañeros haya capturado el rebote. Y, al mismo tiempo, provocará una reacción opuesta en el adversario: al errar cualquier lanzamiento, se verán obligados a centrar toda su energía y atención en el balance defensivo.
Hablando del rebote ofensivo, por lo general subestimamos su influencia y trascendencia en el juego. Sin embargo, en la mayoría de partidos de baloncesto amateur, independientemente de la edad y de la categoría, es evidente la gran cantidad de lanzamientos fallados. Esto da lugar a incontables oportunidades de rebote ofensivo.
Y es que el mero hecho de disputarlo, llegando a tocar el balón o simplemente incordiando al oponente que lo capture agitando los brazos, dificultará y ralentizará significativamente la salida de contraataque y la transición del equipo rival.
Por supuesto, también nos da la posibilidad de volver a atacar después de fallar un tiro (o dos, o tres... o unos cuantos más). Porque... ¿quién no se ha encomendado a la Virgen del Rebote Ofensivo en esos días aciagos en los que el balón se niega a entrar por el aro?
Ahora que hemos explorado en profundidad la importancia del rebote, ha llegado el momento de hacerse fuerte en la zona y dominar los tableros. No pierdas la oportunidad de mejorar este aspecto crucial del baloncesto que, como bien dijo Pat Summitt, no solo ayuda a ganar partidos, ¡sino campeonatos!